sábado, 28 de noviembre de 2009

Se acabó la trilogía

A pesar de que me compré el tercer libro en cuanto salió a la venta, lo reservé y lo reservé para que no llegara el día en que ya no tuviera nada de Stieg Larsson para leer. Pero todo tiene su final, así que aquí estoy con un pasaje en la mano, y después de leerme las ochocientas y pico páginas de "La reina en el palacio de las corrientes de aire" en muy pocos días:

"Al fin y al cabo esta historia no va de espías y sectas estatales, sino de la violencia que se comete habitualmente contra las mujeres, y de los hombres que la hacen posible" (Mikael Blomkvist)
En la mesilla de noche el otro libro sueco que se ha hecho famoso gracias, también, al fallecido escritor de Millennium: "Aurora Boreal" de Asa Larsson. Ya contaré (o no) si ha conseguido engancharme. Hace tiempo devoraba los libros de novela negra de Patricia Cornwell, pero llega un momento en que les engulle la fama y el mercadeo, terminando por resentirse esas historias que nos podrían haber quitado las horas de sueño.

viernes, 13 de noviembre de 2009

La ciudad no es para mí

Cada vez estoy más convencida de que vivir en la ciudad no es lo mío. Voy pocas veces y cuando no tengo más remedio. Hay ocasiones en las que me siento más fuera de ese mundo, más lejana de ese barullo de personas que no saludan, de miradas que huyen y conversaciones ajenas.
Cuando esta tarde mi hija se tuvo que marchar y me quedé sola en el asfalto, no se si fue la ausencia de esta criatura que tanto echo de menos, o simplemente ese ir y venir de gente desconocida.
La noche se me echó encima con una luz extraña, sin estrellas y fui a coger mi autobús, de vuelta a lo conocido y a las farolas que dejan ver los astros.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Un jardin sur le Nil


Cuando Petit me dijo que había un perfume que se llamaba así, me dieron ganas de olerlo y hasta de llevarlo puesto. Fuimos a una tienda, Petit perfumó el palito y el ambiente... y a mi empezaron a caérseme las lágrimas, porque de pronto me ví a bordo, nuevamente, de aquel barco que me llevaba surcando el Nilo, al atardecer, con las palmeras, sicomoros, el té de hierbabuena, la luz dorada, el agua color de tierra y una felicidad que no me cabía en el pecho. Todo en un instante.
Ahora huelo a loto, mango verde, sicomoro, incienso... y un atardecer infinito en los ojos.

(Escrito el 13 de agosto de 2007 en uno de los blogs desaparecidos)