Massolit Books, un maravilloso café-tetería-librería en Cracovia
Dejé mi relato por tierras checas, y ya en Viena me dejé llevar por la marabunta de personas siguiendo el fútbol. Taparon y estropearon con sus enormes carteles algunos de los más emblemáticos edificios (¡jo! con la colección de fotos a ladrillos que he confeccionado). Aún así nos dejaron los palacios y sus jardines para nuestro solaz y disfrute. El tiempo cambió a peor para algunos, a mejor para mí, que no me importó que me cayera algo de la tormenta que mojó a los futbolistas españoles y rusos.
Un viaje fantástico. Todos lo disfrutamos y, aunque cansados, satisfechos de nuestros paseos, la comida, las risas, las bromas y esa maravillosa compañía de los "hosteles" por los que pasamos.
Y al llegar... un cubo de verano caliente encima. Los niños que empiezan a repartirse entre los padres, algunos días de soledad que, francamente, necesitaba, y un trabajo al que le trato de buscar entusiasmo, consiguiéndolo a veces.
Ya es definitivo: quiero imperiosamente aprender a hablar inglés, entenderlo lo voy entendiendo pero a la hora de contestar me sale el castellano a borbotones. No hay problema, es cuestión de machacar y machacar o repetir y repetir que dice "Vaughan" (método que voy a seguir a ver si consigue algo más que todos los anteriores). Hasta en un momento de delirium pensé que podría hacer un Erasmus como mi sobrina, dentro de unos años, claro... porque primero tendría que hacer el curso de acceso y luego una carrera universitaria, y con lo que me va a costar decidirme por alguna...
También quiero poner orden en la casa, limpiar, airear y todas esas cosas que se hacen en el verano (¿o era en primavera?). Todavía recuerdo, allá por mis años mozos, cuando llegaban estas fechas y todo el mundo blanqueaba las fachadas, pintaba las macetas y sacaba los geranios al sol.
Hmmm... me esperan lecturas y siestas. Pese al calor, reconozco que el verano también me gusta.